Hace mucho tiempo que no escucho sus voces. Me acostumbré a ellas cómo si de una melodía se tratara. En especial la de ella, que muy temprano, a penas con la luz del alba llegaba al pozo con su cántaro; siempre tarareaba alguna cancioncina suave, pareciía un pajarillo más.
Es en estos momentos, cuando mi supervivencia es casi un espejismo cuando más la acerco a mi memoria. La vida se va, se me va, el agua corre, el aire me bate, mis raíces están al descubierto y yo... me seco.
Cortijo Cantarrana, Encina centenaria junto al pozo.
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