domingo, 12 de julio de 2009








Foto. Carlos Luengo.


Me llegó tu olor como un torrente fresco esta mañana, tal y como venían las águilas que yo no sabía distinguir y que surcaban el cielo recién estrenado de camino a Cáceres: era el de tus manos, el de tu habitación, el tuyo ¡y era tan real y persistente!. Un olor tan lejano, tan cercano, tan añorado, no sé por qué vino, pero detrás venían todos los momentos compartidos, y del olor me fui arrimando a gestos, a tus gestos, a tu voz, tus caricias. Tan pocas pero tan presentes.
Los olores son un hogar al que volver, para añorar, para mecerte como en una cuna, para la melancolía de lo que no retorna, de lo que nos acerca... y nos aleja. De volver a sentirme en casa, en tus brazos.

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