jueves, 25 de junio de 2009

Para mi frágil viejita.


Mi abuela se va consumiendo.
Ayer, después del paseino por el pasillo de su casa mi padre la dejó descansar en un sofá de su abuela Petra Ana, me senté a su lado y como siempre la tomé de la mano; no ve ni escucha mucho, así es que estoy segura que su sentido del tacto es el mejor, con él se aferra a todo lo que no ve venir y a todo lo que no puede oír; cuando camina agarrada por alguna de nosotras intenta encontrar su camino con las manos, los cardenales lo corroboran.
Cuando era pequeña mi abuelo me enseñó como diferenciaba un burro viejo de uno más joven, me pidió que pusiera mi mano junto a la suya, me dio un pequeño pellizco y luego hizo lo mismo con la suya, "ves" me dijo, "en tu mano de joven, la piel se despliega en el mismo momento que yo la suelto... sin embargo en mi mano el pellizco se mantiene más tiempo y se despliega poco a poco..."; las manos de mi abuela no necesitan ninguna prueba, su vejez se ve en su piel traslucida que deja distinguir las venas, en el contorno de sus tendones, en sus manchas..., y sobre todo en su fragilidad.

Estuvimos un rato calladas, después le conté un poco de mi trabajo, de todas mis faenas, y nos volvimos a callar, apoyó su cabeza en mi hombro, ¡es tan poquita cosa, tan delgadita!
-"niña, estoy cansada de vivir, ¿por qué no me moriré?".
-"hoy me he despertado mala, no sabía donde estaba, no sabía en que casa estaba, ¿por qué no me moriré?".
¿No será que el Alzeimer y la demencia se apodera de ell@s por piedad?, ¿como un bálsamo para hacerles más llevadera su existencia, que en algunos casos ya no desean o no soportan?...




Recojo un pequeño escrito que he encontrado en la red, pero del que no tengo ni idea de quien puede ser el ó la autor/a.

Bienaventuranzas de l@s ancian@s:

Bienaventurados aquellos que entienden mi paso vacilante y mi temblorosa mano.

Bienaventurados aquellos que tienen en cuenta que ya mis oídos tienen que esforzarse para captar las cosas que ellos hablan.

Bienaventurados aquellos que se dan cuenta que ya mis ojos están nublados y mis reacciones son lentas.

Bienaventurados aquellos que desvían la mirada con disimulo al ver que he derramado la taza de café sobre la mesa.

Bienaventurados los que con una sonrisa alegre me conceden un rato para charlar de cosas sin importancia.

Bienaventurados aquellos que nunca dicen: Ya ha contado eso dos veces.

Bienaventurados aquellos que saben arreglarse para traer a la conversación y a la memoria cosas pasadas.

Bienaventurados aquellos que me hacen comprender que soy amado y que no estoy abandonado y solo.

Bienaventurados aquellos que comprenden que me cuesta mucho encontrar la fortaleza para llevar mi cruz.

Bienaventurados los que me facilitan el paso final a la Patria Celestial, con amabilidad y buenas formas.

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