viernes, 28 de noviembre de 2008

Las bastas, las cornicabras.

Las hojas volaron ayer de las parras como pedazos de papel desparramados por todas partes, se han quedado arrinconadas en montículos y en los bordes del camino, esta mañana han amanecido blanquecinas por la pelona de anoche. Me da un escalofrío de pensar en lo frías que deben estar las aceitunas a estas horas, el cielo está despejado y por el este el sol es una promesa para levantar el frío día, aún así cuando te bajas del coche éste se te mete hasta los mismísimos huesos... empezamos vareando los olivos de la linde del camino, ponemos los telones, nos repartimos las varas y con puntería fina vamos apaleando los racimos de aceitunas negras y gordas del primer olivo, de las bajeras me encargo yo con el rastrillo de plástico. De aquí a que lleguemos a la "piedrabarquero" tenemos para varias semanas; cada día recogemos un lineo o dos de olivos; este año hay muchas en el suelo y tendremos después que rebuscar con el esportón. Bastas, cornicabras, picuales. Con el ejercicio de la vara vamos entrando en calor, y voy quitándome capas de abrigos y ropas, las orejas se me van calentando y los dichosos sabañones que me han salido en las puntas empiezan a picarme, las manos también ha ido entrando en calor y se han dilatado del contraste con el frío, los dedos se ponen gruesos y parece que cuesta más agarrar las herramientas.
Mientras oímos el ruido de un tractor, es el de Molano que viene con una nueva máquina, nos acercamos curiosos, de la máquina se abre un paraguas que rodea las ramas del olivo, y una mano de hierro rodea el tronco del árbol centenario; con brusquedad comienza a vibrar el tronco, las ramas, las aceitunas caen en el paraguas, el zarandeo no para aún y hasta nuestros pies llegan las vibraciones de las raíces del árbol; otro escalofrío esta mañana, parece que el brazo fuese a quedarse con el tronco desprendido y las raíces al aire...

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