lunes, 6 de octubre de 2008

La lenta recuperación del cortijo Cantarranas.


Cuando el cortijo de mis abuelos se quemó en los años 80, quedó poca cosa en pie; apenas la parte de las habitaciones y la chimenea; los techos de cañas, barro y palos de las cuadras se quemaron y se vinieron a bajo.
Ahora que mi padre vive aquí y que el cortijo es su lugar de destino de todas las mañanas, año tras año lo va recuperando con paciencia, tesón y mucho esfuerzo. En estos momentos sigue reconstruyendo una pared de piedra, cambiando una puerta por una ventana y al contrario. Asegura que no sabe albañilería, pero de lo que ha ido aprendiendo y de lo cuidado de su trabajo sólo hay que verlo en el resultado final.
Organizó una huerta siempre cuidada y de allí proveemos la despensa de frutas y verduras; ciruelas, melones, sandías, manzanas, uvas, peras, membrillos... las gallinas son otro de los tesoros que cuida con esmero; para imaginarse una buena tortilla de patatas con un gazpacho de tomates olorosos... Muchas veces pienso en mi abuelo, creo que le gustaría. Aún recuerdo su cara el día del incendio.

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